La
derrota de Sebastián
Carlos
F. Reyes
“Ninguno debe obedecer a los
que no tienen el derecho a mandar”.
(CICERÓN)
Sebastián declaró que: “…no siento que uno experimente una derrota…” tras la contundente
votación del Congreso que aprobó la ley que permite el retiro del 10% de los fondos previsionales. Lo dijo acomodándose la mascarilla para ocultar
los moretones de los golpes que le dejó el apoyo mayoritario a dicha reforma
constitucional. Él había rechazado de plano dicha modificación y por eso envió
a sus ministros con la misión de convencer a los parlamentarios que rechazaran
el proyecto; desde La Moneda se hicieron llamados telefónicos, hubo amenazas,
ofertas bajo cuerda, miradas torvas. Pero no hubo caso, el tsunami del rechazo
le pasó por encima y tuvo que morder el polvo de la derrota cuando 35
parlamentarios de su coalición le dieron la espalda y votaron a favor de la
moción junto con la oposición.
Sebastián, vapuleado de antemano, abandonó cabeza gacha
La Moneda el día de la votación, pues ya sabía cuál sería el resultado; sabía,
además, que no tenía poder político para vetar el proyecto ni enviarlo al TC. Finalmente,
tuvo que firmar a regañadientes la mentada ley, a solas, en una oficina vacía,
sin el destello de los reflectores sobre el escenario donde le gusta lucirse:
una verdadera metáfora de su aislamiento, de su gobierno de brazos caídos.
La Derecha política recibió a su vez el impacto del terremoto
grado 10. Se derrumbó como un viejo edificio de adobe, se destaparon los catafalcos
desde donde emergieron algunos zombies agitando sus vendas apolilladas. Quedó
al desnudo la crisis interna de dichos partidos. Pasó de todo: salieron a
relucir viejas rencillas, brilló el filo de los cuchillos lanzados para
crucificar a los culpables, brotaron lenguas de fuego desde la sedienta boca de
la senadora inquisitorial, hubo renuncias que pretendieron ser heroicas y
muchas palabras huecas que terminaron escurriéndose por el desagüe.
Este jueves negro, (yo prefiero calificarlo de rojo,
total en gusto no hay disgustos) pasará a la historia como el día del Segundo
Estallido Social. Ocurrió que la última línea de defensa de la constitución
pinochetista, ese manual para hacer negocios que ha permitido que el 1% se
apropie del 30 % de las riquezas del país y mantenga al pueblo en la miseria,
no resistió el arrollador avance de la Primera Línea Ciudadana que acometió sin
miedo para reclamar lo que le pertenece.
Sí, Chile despertó, la gente se ha politizado como nunca,
paradojalmente en ausencia de partidos políticos que los representen. Eso
explica por qué permaneció atenta al debate que se realizaba en el Parlamento.
Más de dos millones de chilenos siguieron ojo avizor y oído atento las palabras
de los parlamentarios, pero para que les quedara claro que estaban bajo la
lupa, los días previos salieron a las calles pese a la pandemia mortal, a la
cuarentena, al toque de queda, a la represión policial/militar. Recuperaron una
vez más ese espacio que les pertenece por derecho propio, provocaron un potente
cacerolazo nacional, bloquearon avenidas, hicieron barricadas, incendiaron
algunos vehículos, a muchos el hambre los impulsó a saquear supermercados,
otros protestaron afuera de las comisarías para manifestar su rabia contra los
abusos de Carabineros. Era la ciudadanía empoderada que ya no resiste tanta
injusticia y aprovechamiento. Los sectores más reaccionarios les estaban
impidiendo recuperar su plata, esa que han puesto por obligación en estas
maquinarias de atrapar dinero que son las AFP. Eran las familias que perdieron
sus empleos, que redujeron drásticamente sus ingresos formales o informales,
que deben alimentarse hoy gracias a la generosidad y organización de los
cientos o miles de ollas comunes, mientras en Palacio se encarga paté de jabalí
y leche de búfala.
Ante una izquierda política desprestigiada, sin acuerdos
de unidad, sin proyectos de sociedad, que solo enarbola una larga lista de
supermercado de demandas, que ha sido cómplice, en parte, de sostener el modelo
económico neoliberal, ha surgido una Izquierda Social, la misma del 18 de
octubre, la que va por sus derechos, cabeza en alto, con la dignidad de un
pueblo que sabe lo que quiere.
Este jueves rojo marca el camino. La salida política está
a la vista, se llama Plebiscito Constitucional a realizarse el 25 de octubre
próximo en donde la opción ganadora será, sin duda, un contundente Apruebo así
como la votación a favor de la elección del 100% de los Constituyentes e impidiendo
que sea la mitad de los parlamentarios quienes participen en la redacción de
una Nueva Constitución para Chile.
Carlos F. Reyes
Prof. de Estado en
Castellano
U. de Chile
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