Praga...

la calle de Jan Neruda que sube con lentos pasos de adoquín hacia la Mala Strana (la pequena ciudad), el puente Carlos con sus grandes figuras de santos que observan a los paseantes, el barrio judío, la plaza Wenceslao, el Castillo, los conciertos de Vivaldi en el monasterio de San Miguel, las checas con sus cuerpos de modelos que dejan a su paso una estela de belleza inalcansable...
Praga...los turistas japoneses multicopiados que siguen en pequeñas manadas obedientes el paraguas rojo de su guía, sus óperas barrocas, sus teatros de marionetas, sus cristales de Bohemia que retienen la luz en sus tallados, en sus joyas engarzadas...
Praga...sus cruceros por el Moldava al son del poema sinfonico de Smetana, sus museos -el de la Tortura Medieval, el de Kafka, el del Arte Joven, el del erotismo, el de los juguetes sexuales del siglo XVIII, el de las Muñecas de Porcelana, el del Anticomunismo, el del Arte Moderno-...
Praga por todas partes y a toda hora...hasta que, de pronto, la lluvia inesperada oliga a guarecerse en los portales, debajo de la cornisa de una mansión del siglo XVI o a sacar un impermeable de tela de cebolla que se vende por 40 coronas checas...
Praga...tan lejos, tan cerca.... los pesados tranvías que van de Podbana Zelená a Chechúv Most, pero que tienen la manía de doblar en Spejar dejando a los perplejos pasajeros con inútiles mapas escritos en checo que se vuelan con el viento, porque ubicar Malonstranká para ir a Nádrizi Branic no es fácil y entonces hay que caminar y caminar por calles entreveradas que dejan los pies a la miseria...
Praga...tan lejos, tan cerca...
Con mi amigo El Flaco, pasamos a tomar un café al Louvre, un sitio tradicional fundado en 1902 en donde no sólo el café es el de mejor sabor que he probado, sino donde los mozos me hicieron sentir el rey de un espacio acogedor poblado de espejos, paredes empapeladas de flores antiguas y sillas de maderas nobles.
Luego nos fuimos por esas callejuelas intrincadas tomando fotos, mientras, de cuando en cuando, yo les gritaba “¡tsunami!” a unos japoneses que me obstaculizaban la cámara, sin embargo nadie huyó y sólo atinaban a mirarme y sonreír sin sonreír como sólo saben hacerlo ellos.
Íbamos rumbo a las catacumbas del barrio judío, allí donde encontraríamos calaveras diseminadas, el Golem, las brujas de Praga y esa oscuridad tenebrosa empapada en sus muros. Estábamos en la Maianské nemestí, más conocida como Old Town Square, teníamos que doblar a la izquierda por Zatecká avanzar una cuadra hasta Kaprova y luego torcer hacia Pariská.
No hubo forma de encontrar los nombres escritos en las esquinas, el plano resultaba hermoso pero inútil, de modo que después de una hora de caminar fuimos a parar nuevamente a Old Town Square, sitio donde habíamos comenzado nuestra búsqueda del tesoro. Praga…tan lejos, tan cerca…preguntamos a un par de gringos, revisamos tres planos diferentes, activamos nuestras brújulas naturales para saber dónde se encontraba el norte hasta que, finalmente, entramos al barrio judío que estaba a la vuelta de la esquina detrás de un kiosco de helados.
No hubo forma de encontrar los nombres escritos en las esquinas, el plano resultaba hermoso pero inútil, de modo que después de una hora de caminar fuimos a parar nuevamente a Old Town Square, sitio donde habíamos comenzado nuestra búsqueda del tesoro. Praga…tan lejos, tan cerca…preguntamos a un par de gringos, revisamos tres planos diferentes, activamos nuestras brújulas naturales para saber dónde se encontraba el norte hasta que, finalmente, entramos al barrio judío que estaba a la vuelta de la esquina detrás de un kiosco de helados.

Por supuesto no estaba donde deb'ia, sino entre un casino de juegos y un Mac Donald. El lugar perfecto. La direcci'on anunciada en los carteles pegados en los muros en donde se mostraba una muneca rusa con dientes de trampa para osos, no coincidia ni con la calle ni con nada.

Finalmente la persistencia de El Flaco dio con el lugar de marras. Tras pagar el ticket y ensenarselo a una abuela que jugaba con su nieta en una mesita de 20 cent'imetros cuadrados recorrimos unas cinco pequenas salas cargadas de un anticomunismo extremadamente burdo. Los objetos que all'i se exhib'ian (trozos de estatuas, fierros oxidados, fotograf'ias trucadas, armas de la segunda guerra mundial, carteles, antiguos electrodom'esticos fabricados en la Rep'ublica Checa) no ten'ian pr'acticamente explicaciones. Su objetivo era claro, despretigiar dicha experiencia historica a punta de saturar al visitante con lugares comunes: paredes pintadas de gris, ventanales cubiertos de polvo, ampolletas de bajo voltaje, carteles de la 'epoca que llamaban a aumentar la producci'on y nada se dec'ia, por ejemplo, de la resistencia del pueblo checo ante la invasi'on nazi con el apoyo de la Uni'on Sovi;etica, nada se dec'ia acerca de lo que signific'o el socialismo en t'erminos de asegurar la salud,el trabajo, la educaci'on y la vivienda para la mayor'ia de sus habitantes.
En fin, aburrid'isimos de tan latoso y burdo montaje, nos fuimos a la Mala Strana, pese a que todo: los planos y mapas de la ciudad mal disenados, la falta de dinero para poder asistir a las numerosas actividades culturales que se proponen a diario, el idioma, mi ignorancia de tanta historia acumulada en sus catedrales g'oticas o en sus c'upulas en forma de bulbo de cebolla, todo, repito, me lleva a plagiar a Wim Wenders: Praga: tan lejos, tan cerca.
me encanta viajar con ustedes!
ResponderEliminarvisiten a Sole.
Besos