miércoles, 13 de noviembre de 2019

La calle no calla



La calle no calla
(13 de noviembre de 2019)


Carlos F. Reyes

Profesor jubilado

Subo la veintena de peldaños que me llevan al ascensor Espíritu Santo respirando apenas el aire enrarecido. Las puertas permanecen cerradas. Tengo que bajar a pie. Doy media vuelta y desciendo el cerro tapándome la nariz. El olor de los neumáticos quemados  junto  con el polvo lacrimógeno es insoportable.
Ya no se escuchan  las voces de protestas que ayer cruzaron el aire, se fueron con el viento, navegaron mar adentro. Sin embargo el clamor popular está clavado en cada muro, poste, kiosko, vereda o basurero de este puerto herido.
“No le pidas soluciones al Estado
Si el Estado es el problema”.

En el plan hay poco movimiento. Algunos automóviles recorren las calles y disminuyen cautelosos la velocidad en las esquinas.
La calle no calla. Sigue gritando en las paredes, en las cunetas, en las calzadas, en las cortinas cerradas de los negocios.
“Aún no se gana nada
La lucha continúa”

Es la caligrafía popular que estampó su reclamo en los muros de la ciudad-puerto, la más grafitteada en Chile. Pero ahora no es el garabato incomprensible de un loco que dejó su marca como un perro que mea en un árbol. Estas son voces legibles, indignadas:
“Tiempos mejores:
Ni pacos ladrones
Ni milicos asesinos”.

Avanzo por calle Edwards pisando vidrios rotos, trozos de estuco, cascajos. En la esquina de Independencia aún sale humo de la farmacia incendiada. Huele a palos quemados que flotan en el agua estancada del primer piso. Arriba asoman vigas negras como alas de cuervo. La muerte ronda por las calles.
“Cuando la tiranía es ley
La revolución es orden”

La rabia de los porteños quedará estampada en los muros para las próximas generaciones.
“Maldito el soldado que empuña su arma
Contra su propio pueblo” (S. Bolívar)

Las pocas micros que circulan por Pedro Montt lo hacen zigzagueando para evitar los palos con clavos, trozos de latas, cartones, neumáticos, adoquines que forman los restos de barricadas.
“Nuestros muertos no se negocian”.
Los muros gritan como si fuese un coro griego que clama por justicia mientras el Gobierno se reúne. Sí, se reúne con Pedro, Juan y Diego en los salones alfombrados de Palacio. Hace como que dialoga, toma tecito. De ese modo el Mandatario hace como que gobierna. Mantiene un diálogo consigo mismo, sin dar una respuesta política al clamor de la ciudadanía.
“Muerte al capital
hasta lograr la dignidad”

Los numerosos espejos de Palacio reflejan el paso del Mandatario que se mira de reojo en ellos. Va camino a dar una declaración ante el país. Hay expectación. Se detiene, se ajusta la corbata roja que resalta sobre el terno azul, aplasta con la mano un mechón de pelo, se ajusta el largo de las mangas, ensaya una sonrisa, pero le sale una mueca. Los periodistas esperan impacientes, el país entero quiere conocer sus drásticas medidas para resolver políticamente el reventón ciudadano que enfurecido apunta contra al oligopolio nepotista, contra la élite política corrupta, contra la feroz desigualdad que indica que hay un grupo selecto de chilenos (0,01%)  que recibe mensualmente $459.446.908 en tanto el 50 % de los trabajadores recibe $232.823 cada mes.
“Uno se puede engañar
y a los demás,
pero no a la realidad”.

El mechón de pelo se levanta rebelde. Decide dejarlo porque le da un aire de descuido, como de exceso de trabajo. Avanza sobre la  gruesa alfombra bajo la cual se han barrido tantos escándalos (Penta, Soquimich, Caval, colusión del Confort, fraude del Ejército, colusión de los pollos, Pacogate).
“No era depresión;
era el capitalismo”

Grita el pueblo en cada esquina.

“Perdimos la paciencia”
“No al pacto social”
“Frente Amplio traidores”

Y mientras el Mandatario sale al salón azul escoltado por dos de sus ministros, pues hace rato que no aparece solo en pantalla, en los estrechos pasajes porteños asoma el sentir más poético:

“Cuida tu fuego interno.
Expándelo por todos los rincones”

“Piensa, dale la cara a la vida”

La caligrafía se afila como cuchillos puntudos:

“Pako maldito kon ke
kara le hací
kariño a tu hija”.

El Mandatario habla, pero no dice nada. La calle lo dice todo:

“Piñera chúpalo”

Yo buscaba una farmacia que no encontré, pero creo que el remedio está escrito en las paredes:




“Hasta que la dignidad sea costumbre”






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