lunes, 16 de julio de 2012

La última y me voy


Eso decíamos: “La última y me voy”. Pero pedíamos otra. El Fidel bebía como mascando el tinto. El Lenin entrecerraba los ojos y levantaba su copa cual flor delicada. La Natacha tomaba como los pájaros, de a sorbitos. El Vladi, pálido, quieto, cubierto de algas, miraba el vaso intocado con sus ojos de aguas profundas. Pero  pedíamos otra. Y cuando ya no nos quedaban puteadas, ni suspiros y los recuerdos sólo eran olas de vino sobre el mantel, el Vladi se desvanecía tras el humo de los cigarrillos, iba de regreso al fondo del mar adonde lo habían fondeado los milicos.
Carlos F. Reyes   

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