El
anciano funcionario de la Biblioteca extrae el Libro Negro, le sopla el polvo,
desciende por la escalera, camina cojeando hasta el escritorio, se sienta, lo
abre y entonces las letras góticas emprenden vuelo como murciélagos ciegos
ansiosos de libertad. Se acomoda los lentes y alcanza a leer mientras vuelan en
desorden las alas oscuras: “El joven Bibliotecario, sube la escalera y esconde
el Libro Negro en lo más alto de las estanterías para que….”
Carlos F. Reyes
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