Happy
birthday, Mr. President
Carlos F. Reyes
Profesor jubilado
Así
mismo le cantó Marilyn, con voz de cama, al Presidente Kennedy en uno de sus
cumpleaños, dejando en evidencia la íntima relación que ambos mantenían. El
mandatario asesinado (fíjese bien, no es un dato menor) cortó entonces por lo
sano y de taquito se la pasó a su hermano, aunque las malas lenguas señalan que
ambos la compartían hacía tiempo.
A
propósito, Sr. Presidente, supe que por estos días usted cumpleaños. ¿Cómo pasa
el tiempo, verdad? El espejo, ese que lo sigue a todos lados, no miente: las
abundantes canas, esas arruguitas que insisten en abrirse camino a través de su
piel fláccida, esas patas de gallo, y sobre todo esas ojeras. ¡Cómo debe
odiarlas! Y claro, me imagino que ya no basta el bótox, las cremas, los
masajes…la única solución es cortar por lo sano: el bisturí.
A
propósito, ¿no le dan ganas de cortar por lo sano (digo sanamente) ante tanto
desprecio e ingobernabilidad suya? Porque fíjese que a usted no se le ocurre
ninguna solución ante la descomunal crisis que vive nuestro país. Sus
apariciones en televisión resultan patéticas. Se lo ve angustiado, titubeante,
no dice nada contundente, se repite y como tiene la manía de hablar por
triplicado (delincuentes, lumpen, vándalos) aburre y sus palabras caen al lago
del olvido sin provocar ondas. Parece un predicador que repite un discurso
azumagado. Sus improvisaciones ante las cámaras dan vergüenza ajena. Me
pregunto, porque como soy viejo no tengo muchas cosas que hacer, ¿cómo lo
estarán pelando los altos dignatarios en el extranjero? Porque usted, Sr.
Presidente, no solo le mintió a nuestro pueblo ofreciéndole un mundo mejor,
sino que hizo una engañifa de estafador ante el mundo. ¡Já!, ¡cómo estarán
comentando el repudio mundial que está generando su torpeza política y la
acción criminal de la cual es responsable! Usted, que vendió la pomada del
estadista mundial, ¿cómo cree que lo van a recibir los altos dignatarios en un
tiempo más, si es que lo reciben?
Me
pregunto, mientras acaricio mi gato, si usted podrá dormir tranquilo (con
pastillas, claro) sabiendo que la
policía les ha rajado los globos oculares a cientos de jóvenes. ¿No tiene
pesadillas sabiendo que hay decenas de muertos, mujeres y niñas vejadas
sexualmente en los cuarteles policiales? ¿Comenta con alguien su preocupación
por los jóvenes torturados, por las golpizas indiscriminadas, por las
detenciones arbitrarias? Como sé que a usted le interesa sobre manera el
dinero, me pregunto si le inquieta el alza del dólar, la caída de la Bolsa, la
fuga de capitales, su fracaso como economista.
Mire,
la verdad es que no quisiera estar en sus zapatos. No le veo salida, bueno, sí,
hay una, ya le dije, cortar por lo sano. Mire que cada día que pasa se
desprestigia más y más. ¿Acaso no le afectan las sanciones internacionales a su
gestión por las violaciones a los DDHH? Ese castigo moral a su incompetencia y
que se transformarán en su lápida. Esas puertas que se van cerrando a su paso.
Le repito: ¿no habrá llegado la hora de cortar por lo sano? Usted me entiende.
Hacerse a un lado. Total ya es multimillonario, tiene hijos, nietos, una gran
familia católica que transmite felicidad aunque algunos de sus miembros
imaginen invasiones extrañas.
Piénselo.
Los cumpleaños sirven, entre otras cosas, para meditar, hacer un balance, sobre
todo cuando uno ya es viejo. Porque fíjese bien, usted ya sabe, ya probó el
trago amargo de saber que está perdiendo en esta apuesta de gobernar, que se le
acaban las fichas, que incluso sus partidarios lo miran con desdén, que el
silencio obsecuente de sus subordinados tiene algo de conmiseración, que lo ven
pasar como alma en pena por los pasillos de Palacio, que nadie quiere cruzarse
con usted, porque ya huele a gladiolos.
Piénselo.
Sería sano para usted abandonar el barco que hace agua. Fíjese que hasta
pasaría a la historia –esa que ya muchos comenzaron a escribir con tinta roja-
como quien al abdicar se sacrificó por la Patria.
Piénselo.
¿Qué sentido tiene seguir recibiendo escupitajos cuando el público no lo quiere
sobre el escenario? Qué gana con seguir atormentándose cuando hay millones que
marchan gritándole “criminal”, “sinvergüenza”, “asesino”, “ladrón”, como
escucho desde mi ventana.
Mire,
usted no me cae mal, más bien me da lástima. Fíjese que soy un viejo profesor
jubilado y cuando salgo a comprar el pan veo su nombre escrito en las paredes:
“Renuncia CTM”, “Ándate fresco de raja”, “asesino de mierda”. ¿Ve usted?
Entonces pienso que esos rayados van a quedar grabados a fuego en la memoria de
nuestro pueblo…”¿Te acuerdas del Presidente?, ¡Ah!, sí, el weas ese al que no
le hacía caso ni el ejército”.
Piénselo;
mire, acérquese, se lo voy a decir al oído:”Re-nun-cie”. Es lo mejor para usted
y el país que ya despertó y echó a andar, haciendo camino como decía J. M.
Serrat.
Cuando
llego a mi casa, me sale a recibir mi gatito. Voy a la cocina y me preparo un
tecito, pensando en el último rayado que vi en la esquina: ”Presidente usted es
tan pobre que solo tiene dinero”.
Piénselo,
el reloj avanza: “tic…tac…tic…”